La Conferencia de Nara sobre autenticidad marcó un punto de inflexión en la historia de la conservación moderna, con el reconocimiento del relativismo cultural. El recorrido para llegar a este no fue fortuito, sino que se trató más bien de una construcción teórica del concepto de autenticidad, influenciada por distintos factores. Así, el objetivo de este estudio fue comprender el grado de incidencia que estos tuvieron en un marco temporal de 30 años, en el que expertos cuestionarían la naturaleza del concepto, a partir de su grado de operatividad en ciertos casos de conservación emblemáticos, como el Santuario de Ise (Japón) y el canal Rideau (Canadá). Esto propició que la noción de autenticidad, ceñida al material histórico, se ampliara a la consideración de aspectos intangibles, que no solo serían precursores del relativismo cultural, sino también de la diversidad de bienes a ser contemplados, como parte de la Lista del Patrimonio Mundial.